El Estadio Azteca, cuna de grandes momentos en el fútbol mundial, parece haber adquirido un papel diferente para el Cruz Azul: un escenario de pesadilla durante las liguillas. Desde que regresó al histórico recinto en 2018, La Máquina no ha logrado consolidarse como un equipo imbatible en casa cuando se trata de juegos cruciales de eliminación directa.
A pesar de contar con una afición entregada y uno de los estadios más imponentes del continente, los resultados hablan por sí mismos. Derrotas dolorosas, eliminaciones inesperadas y actuaciones que dejan más dudas que certezas han sido la constante en esta etapa. Equipos visitantes, que en teoría deberían llegar con desventaja al coloso de Santa Úrsula, terminan imponiendo su ritmo y complicando a los cementeros en su propio terreno.
La historia reciente incluye ejemplos claros. Desde la derrota contra Pumas en 2020, que culminó con una remontada histórica en contra, hasta partidos en los que el equipo parecía tener todo bajo control, pero que se les escaparon por errores propios o por la presión de la instancia. El Estadio Azteca, que debía ser un fortín, se ha convertido en el reflejo de las inconsistencias que han marcado al club.
Para los seguidores, el tema ya no solo es deportivo, sino casi psicológico. La expectativa de ganar en casa se mezcla con el temor de otro fracaso. A pesar de estos episodios, Cruz Azul ha mostrado en otros momentos que puede sobreponerse a la adversidad, pero el reto sigue siendo convertir su estadio en una verdadera ventaja competitiva en liguillas.
¿Será esta la temporada en que el Cruz Azul rompa el maleficio del Azteca? La respuesta está en el campo, donde deberán demostrar que la historia puede escribirse de manera distinta.